
De las 25 especies de ardillas rayadas, todas menos una, la Tamias sibiricus asiática, se encuentran en América del Norte. De Canadá a México, es habitual verles correteando entre la maleza en una variedad de entornos, desde los bosques de alta montaña hasta los desiertos de matorrales. Algunas viven en madrigueras que construyen ellas mismas y que amplían con pasillos y estancias, mientras otras hacen su hogar en nidos, arbustos o troncos de árbol.Dependiendo de la especie su color puede ser gris o castaño rojizo, contrastado con rayas de colores claros y oscuros a los lados de la cara y en la cola y la espalda.
Su tamaño varía desde el de la ardilla rayada menor, que con una longitud de entre 18,5 y 21,6 centímetros y un peso de entre 32 y 50 gramos es la especie más pequeña, hasta el de la ardilla rayada del Este, que llega a medir 28 centímetros y a pesar hasta 125 gramos.Las ardillas rayadas se abastecen normalmente de alimento a ras de suelo en áreas en las que haya maleza, rocas y troncos de árbol donde puedan esconderse de depredadores como halcones, zorros, coyotes, comadrejas y serpientes.
Se alimentan de insectos, frutos secos, bayas, semillas, frutas y grano, que acumulan en los generosos huecos de sus mejillas y luego llevan a su madriguera o al lugar en el que anidan, donde los almacenan. Las ardillas rayadas hibernan, pero en vez de acumular grasa en el cuerpo prefieren visitar regularmente durante el invierno su despensa de frutos secos y semillas.Se cree que su piído agudo y repetitivo, similar al de los pájaros, expresa el temor ante una amenaza, aunque también podría tratarse de una llamada de apareamiento en el caso de las hembras.

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